28 sept 2009

La importancia de las ceremonias

.- ¡Deja el pasado y ven con nosotros! Los niños, dos o tres; quizá una niña; han de levantarse ahora y acudir al hipnótico llamado del maestro de ceremonias. Durante la última media hora, sentados en sus tejas, han asistido al juicio inapelable y después al castigo del miembro de una banda rival. Castigo cruel, terrible y sangriento, aunque el juicio fuera justo y el juez dictara sentencia sin acritud. Todos los miembros de la banda se han levantado y han propinado un golpe en la cabeza del condenado. Golpe testimonial, que expresa el acuerdo unánime de la banda con la sentencia aunque no siempre tiene que ser así. Hay dos que no se han levantado... son, me dice una voz en mi oído, dos que no están de acuerdo con la sentencia o que la encuentran demasiado fuerte. El cumplimiento ritual, que es a lo que estoy asistiendo, permite que los miembros expresen el grado en que se sienten ofendidos y su implicación en el castigo. Es también un juicio al juez, que ha de procurar dictar sentencias justas. Recuerdo ahora que el tercer golpe lo dió un colérico individuo que propinó un tremendo testarazo al reo, como si con su solo golpe quisiera igualar los dados por toda la tribu. Veo ahora que aquel golpe tremendo me turbó, me ofuscó de horror, y mientras afino mi memoria para descubrir asombrado que la mayoría de los miembros habían retenido toda manifestación de cólera para propinar, únicamente, el golpe que consideraban justo, un nuevo movimiento enfoca mi atención sobre el reo, y veo que el cuerpo de este va cambiando a medida que la tensión reinante anuncia la aproximación de los verdugos. Su cabeza se ha ido hinchando y ha modificado su textura hasta convertirse en un enorme balón de goma que ha absorbido el resto de su cuerpo. Ojos, nariz, boca y orejas se han desplazado a la parte inferior del balón y a través de su piel de goma semitranslúcida se ve el interior, trémulo, como una masa cerebral con circunvoluciones que parece absorber todas las partes deformadas del cuerpo. Ejemplar castigo, me digo, en que todo el cuerpo se vuelve cerebro para que no se pierda ni la más ínfima percepción del sufrimiento, pero debo dejar de pensar ya porque los verdugos han colocado dos persendéricas semicirculares de hierro alrededor de la víctima que le dan asiento, impidiéndole rodar hacia los lados, y empieza acto seguido un castigo espeluznante: Los verdugos golpean por turno con gigantescas mazas de madera el enorme huevo en su huevera. A cada golpe la maza rebota y la membrana de la cabeza vibra, tensa, como un globo de goma. Los verdugos observan atentos todos estos cambios y propinan un segundo golpe. Van cambiando el ritmo de los golpes y alternando los objetos con que lo golpean; las mazas, bates de béisbol, dos palas, dos martillos de picapedrero, dos mazas de gong. Buscan visiblemente sincronizar cada golpe con el siguiente para que las vibraciones del interior del globo sean cada vez más fuertes. En el interior de la cabeza las circunvoluciones tiemblan y esbozan mil guernicas apocalípticos...
Dentro de ese refugio uterino, pienso, el hombre debe intentar mantener sus órganos vitales lo más alejados posible de las paredes y de la resonancia. Mientras pienso esto los verdugos han dejado de dar golpes y uno de ellos se sube a los bordes de la huevera y descarga, con todas sus fuerzas, un puño que se hunde hasta el codo en la masa gomosa y flexible. Mientras el otro verdugo ha cogido un pico y con el próximo golpe clava la punta hasta la cruz...
Cuando el terrible castigo ha terminado los verdugos acompañan al reo hasta el cruce del callejón y él mismo, renqueante y dejando un rastro de sangre, dobla la esquina apoyándose en las paredes y desaparece. ¡Sangre! pienso yo, hace falta sangre para cualquier rito de iniciación. Como la vida es la muerte, crecer también es la muerte, y la sangre señala la irreversibilidad de cada cambio.
El ritual de iniciación comenzó esta mañana, y sé que los niños han pasado por diferentes pruebas a lo largo de todo el día. Sé, porque me han contado que es así, que los niños llegaron al campamento con el primer rayo de sol, fuertemente abrazados a sus tejas, y que solicitaron formalmente al vigilante del alba entrar en la tribu. Ahora, después de haber puesto a prueba su físico, su carácter y su inteligencia, el Sacro Oficio de Sangre ha abierto para ellos las puertas espirituales de la tribu. .- ¡Deja tu pasado y ven con nosotros! clama con voz tonante el oficiante. los niños se han levantado ahora de golpe, con decisión, de las tejas ceremoniosas que habían llevado todo el día apretadas contra su pecho y sobre las que se habían sentado para presenciar, ahora como espectadores, el rito del castigo. Mientras los niños se aproximan al chamán y al jefe y son recibidos, efusivamente, por toda la tribu, la voz susurra en mi oído: Antes durante las ceremonias había veces que las tejas se levantaban solas y quedaban un rato en el aire. Ahora, la mayoría de las tribus suelen usar juguetes... mientras escucho esto comprendo, fugazmente, lo que significa, aunque luego vuelvo a olvidarlo y me parece, todo lo que he visto, un absurdo terrible de violencia a erradicar.

3 comentarios:

Antígona dijo...

Escalofriante narración, huelladeperro. Llevo toda la mañana con mal cuerpo por unos medicamentos que tengo que tomar pero esto ha sido ya la estocada final a mi malestar.

Sin embargo, no entiendo bien el sentido último del relato. O quizá no le encuentro ese sentido porque ha sido más bien una multiplicidad de sentidos lo que su lectura me ha ido evocando.

Es cierto que los ritos se pasaje, sean reales o simbólicos, son necesariamente dolorosos. De hecho, no es raro que interpretemos retrospectivamente experiencias dolorosas cuyo significado se nos escapaba en el momento en que sucedieron como tales ritos de pasaje. Pero, ¿por qué esta mezcla entre el rito y el castigo? ¿Por qué la crueldad? ¿Por qué la violencia?

Me ha parecido muy lúcido tu comentario sobre la percepción del dolor. El dolor no sirve de nada si no se toma verdadera conciencia de él.

Pero me temo que hoy no estoy yo muy lúcida.

Y sí, a mí también me pasa con frecuencia. El significado apresado que al poco se escurre y olvida. Tiendo entonces a pensar que realmente no comprendí nada. Que sólo fue mera apariencia de comprensión. Un espejismo. Pero esto es sólo una explicación tranquilizadora.

Un beso

huelladeperro dijo...

Esto que has leído lo escribí esa misma mañana nada más despertarme, y es lo que recuerdo del sueño que acababa de tener. Los antecedentes directos son dos:

1) una película española ambientada en Madrid que había visto en la tele unos días antes, al estilo de los remakes yankis de "rebelión en las aulas" y obviamente rodada pensando en el mercado americano.
La pelicula me pareció deshonesta y peligrosa. Deshonesta porque no refleja la realidad sino que adapta el cliché de ese tipo de peliculas españolizándolo. Peligrosa porque a pesar de su fachada de "buen rollito"; igual que falsea los datos reales del problema puede realimentar actitudes chungas en todo tipo de espectadores poco críticos. Quiero decir; al poner en el candelero un tema que no existe, la peli le da ya carta de naturaleza y abre, por así decirlo, la caja de los males (la de Pandora).

2) La misma víspera, en el parque de enfrente de mi casa, veía a los jóvenes relacionarse entre ellos. Me era más que evidente que no se fían de los adultos, y que no los toman como modelos. Lo que pasa, me decía, es que se ha perdido la continuidad cultural. La cadena de confianza que debe unir como eslabones a los miembros de una misma especie y que va del más viejo hasta el más joven está rota. Y yo podía señalar donde estaba la ruptura:
los padres de estos chicos estaban viendo la tele. Las madres se estaban nutriendo espiritualmente de los magatchinos de cotilleo y otros realitishous. La edad mental de los padres, su experiencia de vida había sido superada ya por lo vivido por sus hijos... ¿de quién iban a aprender?
... y tenemos suerte -pensaba- que a pesar del estúpido entusiasmo de esos actorcillos y directores mezquinos, mediocres e irresponsables por hacer parecer Madrid una ciudad sin ley y el problema mucho más grave de lo que creen; a pesar de esa estúpida pasividad de madres y padres y ese mal entendido respeto a los hijos que hace que las madres no tomen ninguna iniciativa y se limiten a preguntarles a sus hijos ¿qué quieres que hagamos? (lo oigo 15 veces al día); tenemos suerte de que los jóvenes adolescentes sean, en general, tan formalitos...

Sí, se ha roto la continuidad temporal, la continuidad cultural, y los jóvenes ya no tienen adultos a los que pedirles consejo. Sólo tienen a otros jóvenes: los más mayores del grupo. ¿Y a estos quién los guía?

Los ritos de pubertad, morir para volver a nacer, circuncisiones, escoriaciones y tatuajes, velar armas, noche en la selva, ingesta de drogas dirigida por un chamán, los misterios eleusinos, o el modo, más lento y menos traumático, (quizá el más elegante que hemos tenido en occidente) en que un griego joven elegía a un adulto como amante; como amante e iniciador en lo que precisamente es ser adulto.

No. Abandonados a su suerte. Están abandonados a su suerte. A estos no los guía nadie.

huelladeperro dijo...

Siento haberte jodido el domingo..

¡Besos sanadores de culo de ranita!