7 ene 2011

El juego de la muerte

En marzo de 2010 la televisión francesa publicó un reportaje que repetía el experimento de Milgram.
El nuevo experimento tomaba la forma de un concurso de televisión. Aquí tenéis el vídeo. Está en megaupload, así que si no estáis asociados a ellos tendréis que esperar media hora para ver la segunda parte, pero lo más significativo es el principio. El concurso mismo.



Si queréis descargarlo podéis hacerlo desde la página de Bizzentte

Si me hubieran preguntado hace unos días hubiera dicho que yo seguramente sería de los que hubieran desechado participar en ese juego, y si por lo que fuera hubiera decidido participar, hubiera sido seguro de los primeros en abandonar.
Si me preguntarais hoy no sabría que decir: Ayer me descubrí teniendo un comportamiento tan cobarde y miserable que no creo que ninguno de los participantes en el concurso hubiera querido cambiarse por mí.
Y bueno, para no dejaros con mal sabor de boca enlazo aquí una posible medicina...

32 comentarios:

Antígona dijo...

Ay, la hostia, Huella, yo no sé si después de tanto calvario navideño tengo estómago de ver esto. Es que soy muy impresionable yo con estas cosas...

Bueno, sigo un rato, a ver lo que aguanto, y ya te cuento.

Por cierto, ¡joder que no me había dado cuenta antes! ¡Qué cambio de look!

Te sienta muy bien ;)

Besos con el estómago encogío

Antígona dijo...

Bueno, bueno. Al final continué, más cuando vi al poco tiempo que se trataba de una reproducción del experimento Milgram, que ya conocía. Y me alegro mucho de haberlo hecho, aunque aún me faltan por ver los últimos veinte minutos (la censura de megaupload).

Da mucho qué pensar este experimento y todavía no he tenido tiempo de madurar lo visto. Pero de entrada se me ocurren varias cosas.

Por un lado, reconfortante, a mi juicio, cierta conclusión que extraen los psicólogos: si tan poca gente se decanta por la desobediencia es porque “saber decir que no, no se improvisa; es fruto de una educación”. Por tanto, no somos seres perversos, sino educados en la obediencia –¿de qué otra forma funcionaría el todo social de no ser por la aceptación de las reglas del juego que lo sustentan?- y como ellos resaltan, no todo el mundo ha tenido la oportunidad de recibir la educación que le lleve a decir que no cuando siente que debe decir que no.

En ese sentido, me ha llamado la atención que, de los primeros 9 rebeldes, 8 eran hombres y sólo había una mujer. Preocupante, muy preocupante. Porque si aceptamos esa conclusión que acabo de mencionar, esto significa que las mujeres hemos sido más condicionadas educativamente para acatar la autoridad que los hombres. Incluso ahora mismo en el siglo XXI, después de los movimientos de liberación de la mujer de principios del siglo pasado. Y quizá no sea de extrañar después de siglos de sumisión a una autoridad que nunca podíamos ejercer porque el todo social, con sus múltiples saberes y las autoridades de ese saber –la mujer como un ser inferior, menos inteligente, menos estable emocionalmente, más débil, bla bla bla…- situaba a nuestra inferior naturaleza en el lugar de la obediencia y no de la decisión responsable.

Por otra parte, me ha llamado también la atención cómo muchos de los que comienzan a rebelarse vuelven finalmente a acatar las órdenes de la conductora cuando ésta les dice que continúan porque en diez minutos el candidato se lo va agradecer. Están jugando aquí con la idea de que es legítimo infligir un daño cuando se inflige por una buena causa, por el propio bien del candidato, como cuando un padre castiga a un niño y le dice que es por su bien aunque él no sea capaz de ver ese bien. En ese momento, el examinador se pone por encima del candidato y lo reduce a la condición del infante que no sabe –que no puede saber, aturdido por el dolor- qué es lo que le conviene. Tiene ya un argumento muy poderoso para continuar: aunque te duela, es por tu bien. Aunque tú no te des cuenta, estoy haciendo lo mejor para ti. Terrible. Muestra una tremenda falta de respeto hacia las decisiones de otro ser humano que es igual que yo y al que en principio le atribuyo tanta autoridad como a mí mismo para decidir sobre su vida. Pero esa atribución se quiebra pronto. Se disuelve el mecanismo de identificación por el cual debo respetar las decisiones del otro si deseo que se respeten las mías. Se disuelve un principio clave para una convivencia social fundada sobre el respeto a la individualidad y a su autonomía. Así de fácilmente. Con sólo asumir que el otro, cuando decide parar, en el fondo no sabe lo que hace.

(sigo abajo)

Antígona dijo...

Y otra cosa: impactantes las consideraciones sobre la risa como forma de obediencia al liberar la tensión que genera el imperativo de obedecerla. Dios, pensar que la risa nos traicione de esa manera y tan lejos quede su presunto poder liberador y burlón de la autoridad.

En fin, volveré cuando lo haya terminado de ver. Aún me bullen muchas cosas por la cabeza.

Un beso y gracias mil por haber puesto el vídeo en tu blog.

John Oliver dijo...

Milgram, y su afán por demostrar la maleabilidad de la conducta humana. Después de todo, su éxito parece dejar a las personas a la altura del ganado. Aunque el ganado creo incluso que actúa con más nobleza.

Tus publicaciones no dejan de ser de gran interés. Admiro la facilidad con la que logras reunir en tu espacio todo ese entramado de hechos, anecdotas, historias y datos que por su exclusividad apenas pueden ser percibidos, aún mereciéndolo sin lugar a dudas.

Gracias por ello (:

NoSurrender dijo...

Huelladeperro, tengo que decirte que anoche conseguiste crear en mi casa una tertulia hasta las cuatro de la mañana a cuenta de este documental.

Me llama mucho la atención que, en esta revisita a Milgram, la autoridad deja de ser el científico de bata blanca para ser la televisión... con un aumento de casi veinte puntos en el índice de obediencia. Creo que eso dice mucho del tipo de sociedad que hemos creado.

Es curioso también cómo la sumisión del Yo a la mirada del Otro se hace más patente cuando hay una cámara de por medio, desde luego. Pero no deja de ser tan cierto como siempre -como antes de que existieran las cámaras- que la última y más eficaz exhortación sea la apelación a las consignas gritadas por un público aborregado. Eso nos dice que seguimos bastante cerca del fascismo de mediados del siglo XX.

Por otra parte, creo que la muestra no es representativa de toda la sociedad francesa, en el sentido de que no todas las clases socioculturales del país podrían responder afirmativamente a la idea de dedicar una tarde de su vida a un programa subnormal a cambio de 40 euros. Quiero creer que hay un sesgo en la muestra, vaya, y que esa eliminación de la responsabilidad personal se da más entre quienes ya muestran una mayor veneración por la televisión.

Echo de menos un mayor acercamiento a la personalidad y la experiencia social previa de los “héroes” que consiguen parar a tiempo el experimento enfrentándose a la autoridad en las cinco exhortaciones. Creo que hay un buen segundo documental en mostrarnos qué traen estas personas diferente al resto de los examinadores.

Salud

Antígona dijo...

Finalmente terminé anoche de ver el documental y aquí vuelvo a la carga :)

Por una parte, reiterarme en que las conclusiones que extraen los psicólogos sobre los mecanismos de la obediencia y la desobediencia en su conexión con la educación me parecen, al menos en parte, positivos por las consecuencias que de ellas se derivan. Me faltaba por ver la parte del segundo grupo de “rebeldes”, que viene precedida por la siguiente reflexión: quienes no han tenido la oportunidad de ser “educados” en la desobediencia, pueden adquirirla rápidamente por medio de la experiencia. Y esto me pareció iluminador en relación a lo que contaba la chica del primer grupo de rebeldes respecto a su proveniencia de un país comunista. Porque tiendo a pensar que esta persona, por sus circunstancias biográficas, y aun cuando jamás hubiera cometido un acto de desobediencia en su vida, contaba con la ventaja frente a los demás de haberse visto confrontada, por todo su contexto social, con la posibilidad de la desobediencia frente a una autoridad abusiva, con pensamientos y reflexiones sobre la obediencia y la posibilidad de desobedecer que la llevaron, como bagaje previo, a poder decir que no con más facilidad que el resto –y es muy gráfico que cuente cómo durante el concurso se le vienen a la cabeza imágenes de campos de concentración. Ahora bien, hubo también un pequeño grupo que sin disponer de este bagaje previo fue capaz de aprender durante el concurso a manifestar su voluntad de decir que no, lo cual me lleva a pensar que, pese a tratarse de muy pocas personas, que el germen de la desobediencia, por muy reprimido que esté, no es tan difícilmente rescatable.

En este segundo grupo la mayoría fueron mujeres, pero aquí no me atrevería a sacar ninguna conclusión de género como hice en relación al primer grupo de rebeldes, que en principio mantengo.

Por otra parte, las conclusiones del psicólogo social acerca del poder de la televisión me parecieron aterradoras pero nada descabelladas, sino razonables sobre la base del argumento de que una persona media pasa más horas de su vida delante de un televisor que en su puesto de trabajo. Asusta esa ecuación que establece entre televisión y totalitarismo por imponer unas pautas de pensamiento, de actitudes, de valores uniformizadoras y de enorme influencia sobre la población actual. Pero también creo, en la línea de lo que señala NoSurrender, que los resultados del experimento se basan en una muestra de población que no puede ser representativa del todo social. Sencillamente por el hecho de quienes se prestan a participar en él son precisamente quienes tienen de antemano una actitud favorable hacia la televisión, y pueden ser por tanto más víctimas de su influencia, mientras que los que no la tienen no se habrían interesado por participar en él.

Antígona dijo...

Por último, me parecieron muy interesantes las reflexiones que hacen los que no se rebelaron. El documental resalta que ninguno se sintió bien infligiendo daño a otra persona, pero había un montón de factores –las cámaras, el público, el aura de estar en un programa televisivo donde debes ofrecer una imagen de ti mismo y no quieres defraudar en lo que se espera de ti- que actuaban sobre ellos como una enorme losa que les impedía rebelarse.

Ah! Y añadir también que existe en todo momento para los examinadores un margen de desconocimiento, de incertidumbre, de no saber, que les predispone a someterse a la autoridad de la conductora, que es a quien atribuyen ese saber –por ejemplo, cómo dar descargas tan potentes a alguien sin causarle daños irreversibles- del que ellos no disponen. En estas situaciones donde uno no cuenta con toda la información necesaria para tomar una determinada decisión ni puede valorar, en función de esa falta de información, las consecuencias de sus actos, es bastante probable que se confíe en quien dice poseer esa información y, en virtud de ella, hacerse cargo de esas consecuencias que nosotros nos somos capaces de anticipar. La conductora funciona también como una autoridad de saber dentro del marco del concurso en la que se delega desde la ignorancia y el desconocimiento. Y es por ello por lo que ante su ausencia los examinadores se rebelan mucho antes, incluso en presencia de un público que les anima a continuar con las descargas.

En fin, que ha sido todo un descubrimiento y una estupenda experiencia ver este documental. Así que gracias de nuevo y un besazo, querido Lo gos!

Jorge dijo...

Hace tiempo leí sobre el experimento de Milgram.

Toda rebelión contra lo establecido es una guerra en la que el rebelde, en situación de inferioridad, lucha por implantar una situación ventajosa para él o su grupo, y si vence hará todo lo posible por mantener su nueva posición, convirtiéndose en el mismo verdugo contra el que luchó. Por supuesto ambos bandos adornarán y justificarán moralmente sus actos para sentirse y parecer justos, clementes y objetivos, y harán todo lo posible para que los subordinados ejerzan su rol por su propia voluntad, voluntad, eso sí, cincelada día tras día por lo que hoy llamamos educación, esa mediante la cual el niño, los hombres interiorizan a través de castigos, retirada de amor, soledad… que la rebeldía no compensa. Y a veces no compensa.

Esta es una de las historias de la humanidad que se repite año tras año, desde Prometeo y Loki (algo más que pura mitología), siglo tras siglo, a nivel local y mundial, entre parejas, padres e hijos, pueblos… en las que los ejercen la autoridad torturan, violan almas, maltratan y chupan hasta la última gota de sangre de su esclavo. Las guerras, persecuciones que hoy en día sufrimos son grotescas y mucho más violentas que las que podía haber en la Edad Media. La esclavitud sigue existiendo y a todos los niveles. Hoy en día todo este proceso es sutil, diplomático, impersonal a menudo, maquillado de razonamientos, filosofías, buenas intenciones y mierdas varías. Acuchillan, roban, enferman y los esclavos no conocen a su agresor, ni siquiera pueden luchar cuerpo a cuerpo y si pudieran lo harían y hacen en inferioridad. Lógico.

Jorge dijo...

La inmensa mayoría se queda para siempre en esta cómoda situación de esclavitud consentida que relato desde la cual criticar, protestar, maldecir, caricaturizar… a los que obedecen. Es la válvula de escape junto con otras como, por ejemplo, la posibilidad de escapar de esa obediencia. La jaula está abierta (los dueños de ella no son tontos), somos libres, claro… pero fuera deberás buscarte tú el alpiste. Sal si tienes pelotas. Blablabla

Jorge dijo...

Los verdadero jefes de este mundo (ninguno de nosotros sabe quiénes son)… no llegaron a jefes-reyes de casualidad ni por voluntad divina, un día escaparon de la jaula, llegaron a base de inteligencia, orgullo, valor, dolor, lucha, sangre, sudor y lágrimas. Y esas lágrimas incluyen experiencias que harían enloquecer a cualquiera de sus súbditos, actos que obligan a romper radicalmente con el antagonismo bueno-malo, a adentrarse en las sombras de nuestra estructura humana, esa que los otros esconden bajo la alfombra, elecciones duras para cualquier humano que precisan una voluntad y arrojo que pocos poseen… para soportar a millones de tibios que lo critican, juzgan, cuchicheando sobre él como putas reputas desde su esclavitud y moral cedida, desde su fracaso. Y son las lágrimas del que manda, crea, inventa, juzga, decide, las lágrimas de una inmensa responsabilidad que con nadie puede compartir porque solo él sabe el poder que posee y solo él sufre una terrible soledad que ni imaginarse podía cuando luchando por su libertad estaba. Solo él sabe lo que se ha expuesto, lo cerca de la muerte que ha vivido, lo vulnerable que es. Porque, queridos hijos de puta, por si todavía nos os habéis dado cuenta, él fue y es el mayor rebelde de todos.

Jorge dijo...

El que con un simple chasquido de dedos puede decidir el destino de millones de humanos hacia un lado u otro, está luchando contra las leyes del Universo, contra lo desconocido, ese desconocido que aburrido está en su trono, hastiado de placer y omnipotencia y que busca un enemigo que de sentido a su trono, tensión, perfección.

Jorge dijo...

Prometeo consiguió el fuego con mentiras, trampas, trucos, violencia. Tuvo que convertirse en malvado (por una buena causa, eso sí, jajaja) en Lucifer (el que hace la Luz) para robar el poder del fuego a los dioses y dárselo a los hombres. Al pobre lo castigaron eternamente: un águila come su hígado por el día el cual se regenera por la noche… y vuelta a empezar. La Biblia cuenta una historia parecida con la expulsión del paraíso. ¿Está el hombre preparado para hacerse dueño de semejante poder? No me refiero al fuego aunque es un buen comienzo para entender. ¿Cuántas cosas y personas hemos destruido por no saber usar el fuego? ¿Cuántas veces nos hemos quemado antes de aprender? ¿Sirve de algo prohibir, con todos los múltiples grados de imposición blanda-dura que podáis imaginar? ¿Sirven de algo las palabras que repetimos a nuestros hijos para que comprendan que no deben hacer tal o cual cosa? ¿Solo se aprende con experiencia? ¿Existe la experiencia sin acción? ¿Por qué no dejamos a los niños jugar con fuego? ¿Qué me decís de la sexualidad, las armas o cualquier cosa que nos prohíben o prohibimos? ¿Quién decide quién está preparado para usar el sexo, el fuego, un arma, una droga, un Mercedes de 700 caballos? ¿Y la manipulación del ADN, clonación, inmortalidad, tiempo, órbitas, animales, energía nuclear, fuego atómico…? ¿Es la edad, unos estudios, un diploma? ¿Sois vosotros mismos? ¿Confías en la humanidad, en ti? ¿Qué somos y qué no somos? ¿Somos iguales? Hay células que descomponen la mierda y neuronas que nos llevan al infinito.

Jorge dijo...

¿Acaso nos hemos adentrado en nuestra maldad? ¿Acaso conocéis nuestro poder de destrucción? ¿Y todos esos humanos que matamos de hambre, de leyes...? Si, tú los matas sin mancharte las manos de sangre para estar aquí escribiendo y leyendo este blog. Y qué? No sé, yo solo soy un pedazo de hijo de puta miserable egoísta hipócrita loco embustero que no tiene las pelotas suficientes para enfrentarse a Lucifer

Jorge dijo...
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Jorge dijo...
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Jorge dijo...

Prefiero a Belén Estebán antes que el gafotas del Dr Frankl

Jorge dijo...
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huelladeperro dijo...

Pues a mí el documental me acojona

huelladeperro dijo...

Belén Estéban sabe hablar inglés?
Porque a mí el dr. Frankl me sirve sobre todo para aprender inglés. ¡qué pronunciación más clara!

Y qué gracioso su acento germánico...

Anónimo dijo...

A mi lo que me parece increíble es que hubiera tantísima gente, entre público y concursantes, que no conociera el famoso experimento de Milgram. Vamos, que incluso he llegado a dudar de la autenticidad de este documental. Porque además, ¿quién nos dice que no es otra producción audiovisual llevada a cabo con el único afán de provocar, de crear polémica y espectáculo, como todas esas que aparecen en televisión?

Y no dudo precisamente porque tenga plena confianza en la bondad y empatía de los seres humanos y me hayan extrañado los resultados. Al contrario. Más bien apuesto por la teoría que apunta al papel de marionetas-actores que hemos asumido en este absurdo teatro que es nuestra sociedad actual.

Creo que, para sobrevivir y no caer en la peligrosa trampa del absurdo existencial y la sempiterna lucha de la dicotomía bien-mal, tendemos a dejar a un lado la lucidez. Lo que no quiere decir que no seamos conscientes de cómo funcionan las cosas, claro, sino que preferimos obviarlo, discriminarlo, guardarlo en lo más profundo de nuestro ser para evitar volvernos locos.

Los concursantes sabían perfectamente que aquellas descargas eran excesivas y peligrosas.

-¡Uy!, ha dejado de gritar- decían algunos con la sonrisa en la boca.

-Me siento mal de hacer esto-, pero venga a darle a la palanquita.

¿Realmente estaban preocupados? ¿No será que nuestra parte sádica disfruta aunque no queramos aceptarlo y justifiquemos nuestras incoherentes reacciones con excusas de toda índole?

–El que está sufriendo es él…- decían otros mientras seguían administrando las descargas, egoístas y contentos de su privilegiada posición.

El mal en este caso no se infringía en nombre de la autoridad sino del autoengaño. Y el programa no era más que la excusa perfecta para dejar salir el lado más perverso de los concursantes, sin riesgos de sentir mucho remordimiento o los posibles castigos por una conducta que normalmente sería más que inapropiada.

El mismo autoengaño que nos hace seguir levantándonos por las mañanas, ir a trabajar, repostar en la gasolinera, pagar la hipoteca, hablar por el móvil y comprar las bandejitas de filetes y las cremas antiarrugas.

Anónimo dijo...

Dejando de lado a los grandes rebeldes, esos poderosos de los que habla Jorge, yo creo que, de entre los tibios que formamos el grueso de la sociedad, hay un grupo aún más incomprendido, discriminado y vapuleado.

Me refiero a los que, llegado el caso, prefieren o no pueden evitar dejarse llevar por su lado oscuro; los que, malvados o no, dejan de lado los teatros e hipocresías sociales. Ellos son los que habitualmente echamos al triste y profundo pozo de la locura y la soledad.

Un ejemplo de esto que vengo diciendo puede ser Leopoldo Mª Panero. ¿Está realmente loco el poeta? De joven no lo parecía, más bien parecía estar tremendamente lúcido. Es más, por lo visto uno de sus psiquiatras lo llegó a diagnosticar como un inteligente psicópata disfrazado de enfermo mental por puro interés.

Su hermano Michi decía incluso (en la película sobre su familia El desencanto o la secuela de Ricardo Franco) que lo de estar loco era simplemente el papel que había elegido. Y no me parece una idea tan descabellada.

Es tan difícil compaginar tanta ambigüedad sin perder el equilibrio que, quizá acabó, como nos pasa a la mayoría, asumiendo de forma irreversible el papel elegido. Y es que, así, convertidos en las marionetas de las que hablaba, hacemos lo que se espera de nosotros sin poder evitarlo. Al final no somos más que profecías autocumplidas de lo que creemos que la sociedad espera de nosotros.

Y creo que, relacionado con esta idea, está también el hecho de que nos cueste tanto trabajo a la mayoría decir que no sin sentir que debemos pelear antes por ese derecho en realidad intrínseco.

A poca gente conozco que sepa ser asertiva realmente. Creo que casi todos andamos más bien entre la agresividad y la pasividad, igual que entre la locura y el adocenamiento. O, en todo caso, andamos buscando ganarnos la asertividad a través de ansiosos juegos psicológicos con nuestros semejantes que probablemente acabarán llevándonos, de igual forma, a la misma agresividad o pasividad.

Anónimo dijo...

Como decían Nosurrender o Antígona, dice mucho del tipo de sociedad que hemos creado que la autoridad haya pasado a ser la televisión. La caja tonta (como bien vaticinó el visionario Bradbury) no es otra cosa que la plataforma, el escenario desde donde los que mandan nos lanzan sus contaminados rayos catódicos.

Pero ¿con qué intención? Pues quizá la de adoctrinarnos en esas absurdas e histriónicas luchas de poder; acostumbrarnos a la teatralizada guerra fría que es batallar diariamente con todo lo que nos rodea.

Al final del día, después de haber tenido que luchar en la carretera, en la cola del súper, con el jefe, los compañeros, los clientes, los vecinos, la pareja, los hijos, y con nosotros mismos, estamos tan cansados que lo único que nos queda es encender la tele para desconectar.

¿Desconectar? Cómo desconectar si (casi) lo único que la televisión nos ofrece son esos programas tan violentos; los irrisorios y manipulados telediarios; a nuestros políticos participar de la mema pantomima bipartidista de insultos y gráficos de colores; y a los tertulianos de nueva generación gritar e insultarse y tratar temas de lo más nimios.

Pero, a sabiendas de la tonta, peligrosa, perversa y contaminante cortina de humo que es la televisión, la seguimos encendiendo. Somos borregos idiotas por pura vocación, figurantes de convicción.

Y es normal, es lo más cómodo. Algún papel hay que cogerse si queremos participar en la obra, y ser de los protagonistas cuesta demasiado esfuerzo. Además, como bien dice Jorge y hablaba yo antes, nos han hecho creer y sufrir que la rebeldía no compensa.

Yo tampoco sé quienes mandan realmente, ni siquiera en la parte más alta del escalafón. ¿Dios? ¿Lucifer? ¿No somos nosotros mismos dioses y demonios a un mismo tiempo? Lo que me pregunto con más ahínco es cual será la pretensión de nuestros dirigentes de querer impregnarnos de tanta maldad (¿existe la maldad?). ¿Para que la veamos con naturalidad y así poder llevar a cabo sus aviesos fines con total normalidad e impunidad?

¿No será que son elegidos de Dios (el muy sádico…), y éste los impulsa a crear el perfecto caldo de cultivo donde engendrar más marionetas dispuesta a jugar en este absurdo pero ciertamente divertido y sádico juego?

¿Quizá con lo que se diviertan sea intentando volvernos locos?

¿Querrán enjaularnos con ellos en esa prisión donde sufren tanto de soledad?

Panero escribía un poema que me gusta mucho por lo significativo del asunto, se llama Diario de un seductor:

No es tu sexo lo que en tu sexo busco sino ensuciar tu alma.
Desflorar,
con todo el barro de la vida,
lo que aún no ha vivido.

En fin, os dejo, me voy corriendo que va a empezar el Diario de Patricia :P

Saludos

huelladeperro dijo...

Gracias a todos por vuestros comentarios. Gracias a Anónimo por hacer de anfitrión. Estoy de retiro espiritual con otros jesucristos tullidos. En cuanto vuelva empezaré a contestaros.

qué la gocéis bien!

huelladeperro dijo...

Hola a todos. He dejado a los jovencillos treintaañeros jugando a tirarse saetas unos a otros y me he venido aquí a postear los coments que os había preparado.

dices que te reconforta, Antigona, que saber decir que no sea ante todo fruto de la educación, y entiendo lo que quieres decir. Sería entonces posible que nos educáramos mejor, que aprendiéramos a tener un comportamiento más moral, más humano...
Sin embargo, dejar que las más elevadas virtudes se sostengan en algo tan vago como la educación me deja insatisfecho... Sobre todo porque si, como tú dices, no somos perversos sino educados en la obediencia, es esta educación la perversa, y la que nos convierte, como en el reportaje, en seres perversos.


Casi me gustaría más que fuéramos seres insensibles, sin más preocupación que la de obtener el máximo beneficio de la vida. Sería posible entonces argumentar a favor de la conveniencia o no de tener un comportamiento más ético.
Yo también voy, Antígona, como todos en el mundo, a tientas por el barranco (antes se decía el valle de lágrimas) desde que nuestro ideal ético de los últimos siglos (hacer el bien por el amor de dios) se ha ido al garete por incoherente y porque los mismos que lo sostenían han demostrado ser, como grupo, la peor de las pestes que ha padecido la humanidad. Creo sin embargo que no es difícil encontrar razones que sostendrían y justificarían la tendencia al bien de los seres humanos.

No puedo por otro lado estar más en desacuerdo con lo que dicen los psicólogos:
Lo que se aprende, como bien dices tú dos líneas después, es la obediencia. No la desobediencia. La psicología clásica señala por lo menos una etapa en el desarrollo del ser humano en la que este se harta de decir no. Entonces diríamos mejor que no todo el mundo ha tenido la oportunidad de contrarrestar una educación nefasta con hechos ciertos.
No creo que seamos seres perversos, Antígona, pero no porque nuestros actos malos podamos achacarlos a órdenes perversas en cuya obediencia estamos educados, sino por que intrínsecamente, «a priori», no somos así.
Hay una educación anterior a la obediencia al «todo social" que es la que da la vida. Y en esa educación interactúan nuestras capacidades y la propia vida. Nuestras capacidades son tales que somos capaces de comprender el sufrimiento ajeno; que somos capaces de ponernos en lugar del otro, de amar al otro, de socorrer al otro. Y la propia vida nos da ejemplos en los que esto es positivo; es hermoso; es armónico y nos produce bienestar. Bueno, pues esto no es algo privativo del hombre, sino que es algo que tenemos en común con -por lo menos- todos los mamíferos. Para mí, la razón de nuestro comportamiento étilico -perdón, de nuestra capacidad ética- estriba en primer lugar en que hemos nacido frágiles y desprotegidos, en que nuestros hijos nacen frágiles y desprotegidos, y en segundo lugar en que el amor, que es la estrategia que se activó primero para permitir nuestra supervivencia en la etapa de fragilidad, también nos da «a posteriori» muchas satisfacciones anímicas.

huelladeperro dijo...

El caso es que pienso, Antígona, que durante toda la evolución del ser humano, cuando todavía no éramos tan numerosos como para juntarnos en naciones ni para tener guerras entre nosotros la capacidad de amar prosperó. El amor prosperó y se convirtió para nosotros en un elemento más de nuestra conciencia; la conciencia que pretendía entender el mundo.

No creo que tener conciencia sea cosa de educación. Como dice nuestro querido «Anónimo» en el mundo en que vivimos todo el mundo sabe perfectamente que descargas de 220 V son peligrosas. Y os aseguro que en Francia aún lo saben más, que allí todo el mundo es consciente de que el cantante «Claude François» murió, allá por el 78, electrocutado al cambiar una bombilla...
Entiendo que los 9 primeros que abandonaron, como la mujer que había rememorado los campos de concentración, lo hicieron atendiendo a su propia conciencia, y que los 6 siguientes también. Y quiero creer que los otros 48 (el 60%) lucharon denodadamente contra la autoridad para salvar al concursante pero creo también como Anónimo que algunos de los sujetos que continuaron estaban dando rienda suelta a impulsos sádicos en condiciones de impunidad. (Y que algunos de ellos sólo interpelaban a la presentadora hablándole de los gritos para calmar su conciencia) Humm, si me permitís un comentario verdulero, os diré que por ejemplo la rubita esa de los labios finos, a mí me daba muy mala espina :(
Y bueno, en el experimento paralelo, ese hecho con una pequeña muestra en el que la presentadora se ausenta, hay un 75% de abandonos, lo que quiere decir que dos de cada ocho sujetos estuvieron dándole corrientes al tío hasta después de muerto sin que nadie les conminara a ello. Joder! mejor no salir a la calle, ¿no?

A mí también me ha llamado la atención que de los primeros rebeldes sólo hubiera una mujer, y creo igual que tú que seguramente las mujeres habéis sido educadas en la obediencia en mayor grado que los hombres, pero en este caso concreto yo los he contado y aunque no sale más que una mujer, el total de esos primeros rebeldes que nos presentan es sólo de 6.

huelladeperro dijo...

Me temo, John Oliver, que el ganado actúa con más nobleza siempre ):
La cuestión de la nobleza que señalas es interesante. Somos personalidades rotas, atomizadas. Y mostramos en cada ámbito de la vida, según las circunstancias que en él se den, una u otra cara, uno u otro aspecto de nuestra personalidad. Esa es toda la nobleza de que muchos de nosotros somos capaces, ay!


bueno fue, NoSurrunder, saber que se creó discusión y tertulia en alguna parte a cuenta de este documental. Ojalá también pudiéramos llegar alguna vez a conclusiones útiles y aplicables sobre alguno de estos temas que afectan a toda la sociedad. Me da pánico un aspecto que señalas y que el reportaje no trata en absoluto: el comportamiento del público. Cuando era pequeño vi una vez en la calle del miguelete una enfervorizada muralla humana desde la que le gritaban puta y guapa a la vez a la geperudeta. Confieso que ya entonces perdí completamente la confianza en los grupos humanos numerosos y les cogí más bien, un miedo saludable.
Yo también quisiera creer que hay un sesgo en la muestra, y que por ejemplo entre los que oyen «france culture», la radio de los universitarios de izquierdas, ninguno o casi ninguno se prestaría a un juego así. No sabemos sin embargo como se hizo la selección de los 13000 originales a los 80 finales, ni si se ha intentado compensar el sesgo que señalas o no. Si alguno de vosotros localiza el estudio científico le agradeceré que me lo haga saber, y tendré mucho gusto en echarle un vistazo. Y sí. Yo también echo de menos saber más sobre las personas que consiguieron superar la presiones e imponer su voluntad empática.

A mí no me interesa, Jorge, luchar contra los desconocidos amos del mundo ni contra lucifer mientras no sea siquiera capaz de luchar contra los mezquinos que me encuentro día a día, y me incluyo entre ellos. No creo estar a la altura de esa tarea aunque he soñado muchas veces con llevarla a cabo.
Me conformo con estar, con sentir, con vivir, tan intensamente como puedo, que no es tanto como quisiera, y con luchar contra la parca que amenaza llevarme cualquier día y que me va llevando, poco a poco, mientras yo intento estar más vivo.

¿El fuego de Prometeo? que se lo meta por el ojete quien le quepa. No busco poder. No, antes de entender de qué va todo esto. Y no entiendo una puta mierda.

huelladeperro dijo...

Estoy completamente de acuerdo, Anónimo, con la primera parte de tu comentario, así que no comentaré nada :)

Supongo que ese echar al fuego de los psiquiátricos y del ostracismo social a aquellos que renuncian a la hipocresía social es una forma cobarde de defender esa misma hipocresía que es, a fin de cuentas, un círculo imparable en que nos hemos metido realimentado y sustentado por nuestra propia cobardía.

Recuerdo que me hablaste de la asertividad hace varios meses y que yo ni siquiera había oído hablar del concepto.
Ser realmente asertivo requiere mucho conocimiento de sí mismo y mucha confianza en lo que se sabe. Requiere también haber superado muchas barreras psicológicas puestas por la sociedad a lo largo de nuestra educación y de nuestro devenir social. Creo que es por eso que hay tan poca gente que lo sea realmente. Es una conquista, lograda sobre todo contra uno mismo; fiel reflejo (como es arriba es abajo) de los traumas y contradicciones de la sociedad.

No creo sin embargo como dices, que seamos borregos idiotas por vocación. Lo somos por cobardía, por inseguridad, por sumisión. Por perder de vista nuestro principal interés en la vida. Por perder de vista nuestra propia sensación de estar vivos. Por desechar nuestro propio centro desde el que vivimos y dejar que lo substituyan los esloganes prefabricados que la sociedad prefiere que tengamos en la cabeza.
No sé si seré muy lúcido o no, Anónimo, lo que sé es que lo intento. Ni sé si seré muy asertivo o no, lo que sé es que lo intento.

Yo no veo el diario de patricia. Prefiero hablar con los animales.

Anónimo dijo...

Estooo, creo que uno de los sujetos sí que reconoce el experimento en que participa. Me refiero al joven de gafas con pinta de estudiante que se quejaba de que, al ser tan malo el concursante, el juego ya no era divertido.


El chuchete

Jorge dijo...

me he debido explicar mal y la verdad es que no sé cómo hacerlo de mejor manera. A mi ya tampoco me interesa luchar contra los amos del mundo ni Lucifer... Los quiero entender y creo entenderlos.

huelladeperro dijo...

Humm, mañana leeré de nuevo tu comentario.

Jorge dijo...

Ninguno de los que obedecen lo haría mejor que los que mandan. Para tener poder, en toda su extensión, hay que ser un rebelde.

huelladeperro dijo...

Yo no tengo una mierda de poder y sin embargo me siento un rebelde. Claro que comparado con el inmenso rebaño de obedientes cualquiera puede serlo. Bah, nunca me gustó obedecer y nunca me gustó mandar. En esta sociedad criada con los criterios educativos de las películas de consumo yanquis me siento un bicho raro. Aunque pienso que los bichos raros son casi todos los demás.
¿Para cuando la detección del gen o los genes implicados en la rebeldía?
¿Para cuando su inclusión en el DSM?