19 mar 2010

adultez

Recientemente nos contaba un amigo que había estado en la selva amazónica de Brasil, que un día dos niños de cuatro años se fueron solos a pescar al río, pescaron unos peces y luego los cocinaron e invitaron a nuestro amigo a comer. (de la nota 3 capítulo 3 segunda parte de "la represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente")

Me fijo en la Cindy que es la perra más inteligente que he tenido. Tiene un año y cinco meses y ya sabe todo lo que hay que saber sobre la ciudad. Además, la han criado sesenta gatos de un solar, que es como si el hada madrina de los gatos la hubiera tocado con la varita mágica de conceder virtudes. Hoy no nos acompaña ningún gato en el paseíllo, son fiestas y hay mucho follón en la calle, y la Cindy no tiene pues nadie más a quien cuidar. ¿Qué más puedo enseñarle a la Cindy? Está en la flor de la vida y llena de ansias de aprender más, y sin embargo ya lo sabe todo. ¡Qué decepción cuando comprenda que no hay más! ¿Qué les queda a nuestros perros sino volverse como nosotros, viciosos, tragones y drogadictos? ¡Ay! Y los míos tienen suerte... ¿Qué les queda a las demás especies de animales, si quieren sobrevivir, sino volverse como nuestros perros? Como nuestros perros... Hummm... Por eso los animales son salvajes; tienen un poco de dignidad.

Observad conmigo, amigos míos, mientras el horrible mundo que hemos creado se desmorona y se lleva consigo el que Dios había creado, una de las últimas luchas honestas que habrá en el mundo: la lucha entre la avaricia humana (que quiere poseer todo tipo de peluches y a cambio ofrece la supervivencia) y la dignidad de los animales salvajes, que no quieren acabar como los perros.

2 comentarios:

Antígona dijo...

Huelladeperro, ¿por qué llegar a ser adultos debería pasar -según entiendo de tu post- por aceptar la muerte en lugar de huir de ella? A veces me pregunto si no es constitutivamente humano temer la muerte y rehuirla, si no es necesariamente su posible asunción algo así como un momento fugaz, pasajero, que sin remedio cae en el olvido.

Quizá pienses que aceptar la muerte, aceptar que la muerte está siempre al acecho desde el momento mismo en que venimos al mundo, nos conduciría a vivir la vida de otra manera, de una mejor manera. Pero yo también creo que ese aprendizaje vital puede llevarse a cabo aun sin haber logrado aprender a aceptar la muerte. Que lo uno no es condición sinequanon de lo otro. Que tal vez sigamos siempre huyendo de la muerte pero, no obstante, esté en nuestra mano enfocar la vida de un modo distinto, menos temeroso, menos infantil. Menos egoísta y ciego frente a tantas posibilidades que se nos ofrecen y que no vemos por miedo, o por ignorancia.

Tal vez hoy no te sigo bien :)

Un beso!

PD. ¿Y por qué crees que la Cindy ya no tiene nada que aprender? A lo mejor aún tiene por aprender todo aquello que tú no puedes enseñarle :)

P dijo...

nunca antes entendi con tanta claridad el miedo enorme a morirse que debe tener mi padre ahora. Y no es por pensar en qué va a ser de él, sino en qué sera de nosotros, los falsos adultos que lo amamos y que nos apoyamos en su fuerza y nos cobijamos en su sombra.

la cindy es la que atropellaron una vez de cachorrita?

besos grandes, perrito querido