12 jun 2009

retrato en negro (parte I)

Llegaron a mediados de los 80. En el 86 concretamente vendían hachís en "el Portalet", junto a la Plaza de la Virgen. Antes sólo habían sido una anécdota para niños chicos: "mira mamá; ¡un negro!
 Los primeros fueron senegaleses: Babacar, Mamadou, Boby, Don, Jean-Pierre, Brown, Tilot...

Hablaban con voz grave; un peu enjouée; un francés académico, rico y fluido. Pronto al Portalet empezó a acudir personal ávido de exotismo y de emociones nuevas. Mujeres sobre todo, en grupo al principio, y después solas. Pero también vinieron hombres, los suyos, vigilantes. Y otros, atraídos por la miel de unas mujeres fáciles, que quizá turbadas en el último momento o bien rechazadas podrían caer, si este esperaba pacientemente, en las garras del blanquito de turno.

Después llegaron los macarras: Atraídos por los rapiñadores, que siempre habían sido presa fácil para ellos, empezaron a introducir entre las descocadas damas locales a sus propias "cocottes".
Como en aquel ambiente de musculosos negros, ávidos de mujeres blancas, su negocio corría cierto peligro, al final sólo quedaron aquellos que podían defender sus fuentes de ingresos con el argumento más sólido del mundo: "es mía". Me refiero, claro está, a los maridos...

Entretanto los negros habían salido del garito y se extendían ya por la Plaza de la Virgen y aledaños. Ya eran muchos más, y de más países, y empezó a verse junto a ellos, o buscándolos ávidamente, a un nuevo espécimen humano, miembro de una extraña secta: Los Yonkies.
Los Yonkies eran los hermanos menores de los auténticos Hippies, que heroica y románticamente se habían dejado caer en brazos de la heroína, para vivir sueños constantes y desdibujar las fronteras entre lo real y lo imaginado.
A diferencia de sus hermanos mayores no tenían grandes ideales por los que luchar, y culpaban a la sociedad de todos sus males, haciendo así bueno con su actitud el argumento que la sociedad empleó para menospreciarlos: "usan la droga para huir". En muy pocos meses los Yonkies se convirtieron en estadísticas de "inseguridad ciudadana", (expresión que unos años después haría furor). Y justificaron un incremento significativo de las dotaciones policiales asignadas a nuestras calles, con el consiguiente aumento proporcional de otro cierto tipo de "inseguridad" policiacal.
 

la gente, nuestra gente de España, empezó a mirar mal a los negros, y eso no pudo evitarlo ni la nueva política de penalizar y perseguir la venta, consumo y tenencia de drogas (en el 86 nos hacíamos los porros delante de los maderos), ni la masiva arribada de moros marroquíes y argelinos que, comportándose como si hubieran llegado al paraíso, se emborrachaban; tomaban sin preguntar cuanto les apetecía; y molestaban a nuestras mujeres como si de huríes puestas aquí para su solo placer se tratara. Ni siquiera la simpática figura del negro con bolsos de viaje llenos de "bibelots" que se recorría decenas de kilómetros de selva urbana cada día con la cantinela del: "kompra, paisa, compra" consiguió cambiar esa mirada de disgusto que nos causaban, y sólo ellos (los negros ambulantes), saben cuánto hubieron de soportar por parte de estúpidos, miserables y degenerados blancos blanduzcos bromas, burlas e indignidades.

3 comentarios:

Pareidolia dijo...

La puta ignorancia de siempre...la gente mira mal aquello que no conoce,lo fácil es juzgar y sentenciar, no hay huevos u ovarios a preguntar, ni a atender, ni a escuchar. Lo fácil es seguir ignorando, porque no te roza, no te afecta. Para cada uno sus problemas son importantes, pero cuando tu problema es que tus necesidades básicas no están cubiertas y que tienes que doblegarte ante la gente para que te compren algo, sonriendo, sin reprochar...Lo mejor es no pensar en ello ¿verdad?. Cuando leo lo que has escrito me vienen muchos rostros y demasiados problemas difíciles de ignorar. Allá donde vayan siempre van a ser los rechazados, los otros, esos que sólo vienen a robar y a joder el estado de bienestar. Para mí son supervivientes, la mayoría, otros no lo soportan y optan por anestesiarse...
Besicos

Arcángel Mirón dijo...

Acá, la mayoría se dedica a vender anillos de oro en la calle. Digo "la mayoría" porque no ves otros negros más que esos; están siempre con mirada lejana y triste. Nunca los vi sonreir. Nunca.

Jota dijo...

Fascinante relato, entre muchas otras cosas, de un barrio del Carmen que hace mucho que dejó de existir. Yo creo, de todos modos, que la gente habría acabado teniéndole manía a los negros por aquello o por otro. Nos gusta mucho a los españoles indignarnos viendo Raíces, pero no nos gusta que Kunta Kinte viva en el tercero izquierda.
A mí me revienta también ver cómo le vacilan algunos graciosillos a los negros que venden bibelots. Y me da pena que esta gente, que seguramente vale mucho más que los desdentados burlones, se vea condenada a tan triste destino.